miércoles, 17 de diciembre de 2008

El golpe del 28 de junio de 1966

Ese día martes, a la madrugada, Illia se encontraba en la Casa de Gobierno acompañado por ministros, colaboradores, algunos senadores y diputados radicales. A las 5.10 hs. Penetraron el Gral. Julio Alsogaray, el Jefe de la Casa Militar Brigadier Rodolfo Pío Otero, el Cnel. Luis Perlinger y un grupo de oficiales.

Alsogaray: -Vengo a cumplir órdenes del comandante en jefe...

Illia: -El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas soy yo. Mi autoridad emana de esa Constitución que nosotros hemos cumplido y que usted también ha jurado cumplir. A lo sumo, Usted es un general sublevado que engaña a sus soldados.

AIsogaray: -En representación de las Fuerzas Armadas vengo a pedirle que abandone este despacho. La escolta de granaderos lo acompañará.

Illia: -Usted no representa a las Fuerzas Armadas, sólo representa a un grupo de insurrectos. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos, que como los bandidos aparecen de madrugada para tomar la Casa de Gobierno...

Alsogaray: -Señor Presid... (rectificándose) doctor IIIia...

Varias voces: -¡Señor Presidente!

AIsogaray: con el fin de evitar actos de violencia, lo invito nuevamente a que abandone esta casa.

Illia: -Son Ustedes quienes están provocando la violencia. Ustedes no tienen nada que ver con el Ejército de San Martín y de Belgrano. Le han causado mucho mal a la patria y lo seguirán causando. El país los condenará por esta usurpación...

AIsogaray: -Usted está llevando las cosas a un terreno que no le corresponde, doctor IIlia; le garantizamos su traslado a la residencia de Olivos. Su integridad física está asegurada.

IIlia: -Mi bienestar personal no me interesa. Me quedo trabajando en el lugar que me indica la ley y mi deber: Como comandante en jefe, le ordeno que se retire.

AIsogaray: -Yo sólo recibo órdenes del comandante en jefe del Ejército.

IIlia: -El único jefe supremo de las Fuerzas Armadas soy yo. Ustedes son los insurrectos. ¡Retírense!

Los jefes militares abandonan el despacho presidencial. A las seis, retorna el Cnel. Perlinger en compañía de oficiales subalternos. Perlinger se acerca por la izquierda hasta la mesa de llIia y le dice en tono firme: -Dr llIia, en nombre de las Fuerzas Armadas, vengo a decirle que ha sido destituido.

Illia: -Ya le he dicho al Gral. Alsogaray que ustedes no representan a las Fuerzas Armadas.

Perlinger: -Me rectifico. En nombre de las fuerzas que poseo...

Illia: -Traiga esas fuerzas.

Perlinger: -No lleguemos a eso...

Illia: -Son ustedes los que emplean la fuerza, no yo.

Perlinger y sus acompañantes se retiran. A las 7.25 regresan, está vez al frente de un grupo de efectivos de la guardia de infantería de la Policía Federal, portando pistolas lanzagases.

Perlinger: -Dr. llIia, su integridad física está plenamente asegurada, pero no puedo decir lo mismo a las personas que se encuentran con usted. Ellos serán desalojados por la fuerza.

IIlia: -Su conciencia le va a reprochar lo que esté haciendo. A muchos de Ustedes les dará vergüenza cumplir estas órdenes indignas de quien ni siquiera es su jefe. Acuérdense: cuando cuenten a sus hijos lo que hicieron en este momento, sentirán vergüenza...

Perlinger: Dr. Illia tendremos que usar la fuerza...

Illia: -Es lo único que tienen...

Perlinger: (Con tono enérgico, a sus subordinados): -Dos oficiales a custodiar al Dr. Illia, los demás avancen y desalojen el salón.

Hubo forcejeos, pero en pocos minutos el despacho fue desalojado. Illia y sus colaboradores bajaron por las escaleras hasta la planta baja, seguidos de cerca por el batallón de lanzagases.

Eran las 7.40 Sobre las veredas de la Plaza de Mayo y del Banco Nación, varias docenas de soldados cuerpo a tierra apuntaban hacia la Casa Rosada con sus fusiles. A las 7.45 Illia subía a un taxi, rumbo a la casa de su hermano en Martínez.

Años después, el coronel Luis C. Perlinger envió al doctor Illia la siguiente nota:

"...En una presentación fechada en julio de 1976, que repartí profusamente y de la cual me ocupé de enviarle un ejemplar escribía: 'Hace 10 años el Ejército me ordenó que procediera a desalojar el despacho presidencial. Entonces el doctor Illia serenamente avanzó hacia mí y me repitió varias veces: Sus hijos se lo van a reprochar. ¡Tenía tanta razón! Hace tiempo que yo me lo reprocho porque entonces caí ingenuamente en la trampa de contribuir a desalojar a un movimiento auténticamente nacional. Usted me dio esa madrugada una inolvidable lección de civismo. El público reconocimiento que en 1976 hice de mi error; si bien no pude reparar el daño causado, da a usted, uno de los grandes demócratas de nuestro país, la satisfacción de que su último acto de gobiemo fue transformar en auténtico demócrata a quien lo estaba expulsando por la fuerza de las armas de su cargo constitucional..."

(Extraído del libro: "Ricardo Balbín: el radicalismo y la república", de Eduardo Giorlandini, editado por la Cámara de Diputados de la Nación, en 2001.)

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